Comentario
En la arquitectura romana del Manierismo avanzado continuó aún la actividad de Miguel Angel en las obras promovidas por el Papado, en especial la construcción de la Basílica de San Pedro. A su muerte en 1564 se ocupó de cerrar las dos cúpulas menores Giacomo Barozzi, llamado Vignola por su lugar de nacimiento, cercano a Bolonia, en 1507. Sus primeros trabajos fueron para Bolonia precisamente, como el Palacio Bocchi, el pórtico dei Banchi y un proyecto para la fachada de San Petronio que no se llevó a cabo.
Su gran creación en el campo de la arquitectura religiosa fue la iglesia del Gesú, de Roma. El tercer general de la Compañía, San Francisco de Borja, solicitó a Vignola una iglesia que se adaptara a los propósitos de la orden, especialmente un amplio salón que sin obstáculos columnarios permitiera la visión absoluta del altar, y que éste recibiera la mayor claridad para lucimiento de las ceremonias litúrgicas y visibilidad del púlpito para la predicación de los ejercicios espirituales; en cambio, en los costados de la nave se pedían capillas en penumbra para la práctica de la confesión. Seguramente recordaba las iglesias levantinas españolas de su tierra natal, que en el siglo XV contaban con nave única y capillas hornacinas, crucero con cimborrio y capilla mayor en lo alto de una escalinata, el modelo de muchos templos de estilo Reyes Católicos. Incluso preocupado por la acústica aconsejaba una techumbre de madera, convencido de que los artesonados mudéjares lograban mejor sonoridad, aunque el cardenal Farnesio, patrono de la fundación, se inclinaba por cubierta abovedada por más estética y segura.
Es conocido que el mismo Miguel Angel presentó a San Ignacio en 1554 un modelo de iglesia para la Compañía, pero el proyecto no se materializó hasta una década más tarde. Giacomo Vignola, que ya estaba en Roma y precisamente aquel año de 1554 levantaba la iglesia de Sant'Andrea en la vía Flaminia, dotada de un cimborrio elíptico sobre pechinas, fue quien diseñó el plano del Gesú en 1568. Su proyecto tiene en Italia como ilustre precedente la luminosa iglesia de San Andrés de Mantua, donde Alberti ofrecía un siglo antes modelo para nave única abovedada con capillas hornacinas, crucero de igual anchura que aquella, ábside semicircular y gran cúpula sobre tambor. La nave del Gesú es concebida como espacioso salón rectangular que abre a sus costados capillas embutidas entre los contrafuertes laterales, unas veces con arco de medio punto y otras adintelados, que quedan semioscuras sin ventanas; una bóveda de cañón con arcos fajones y ]unetos para altas ventanas la cubren e iluminan. Aunque la ornamentación barroca más tardía lo disimula, las pilastras binarias de orden gigante y la gran cornisa la emparentan con los brazos de la cruz griega dispuestos por Miguel Angel en San Pedro del Vaticano. La cúpula del crucero apoya en pechinas que parten de pilares no achaflanados y un alto tambor, cilíndrico al interior, ochavado externamente, con cuatro luminosas ventanas. El ábside, como el de Mantua, es de planta semicircular. También diseñó Vignola un proyecto de fachada que no se aceptó, realizándose otro de Giacomo della Porta. Con pocas modificaciones la iglesia vignolesca se convirtió en modelo para los templos jesuíticos y de otras órdenes de la Contrarreforma, tanto en Europa como en la América hispánica.
Poco antes de 1562, el nombre de Vignola había logrado general prestigio con la publicación de su tratado "Regole delle cinque ordine d'Architettura", que fue asimismo acogido como el de Serlio en sucesivas ediciones y contribuyó a propagar sus modelos. Felipe II le pediría diseños para la iglesia de El Escorial.
Anteriores al Gesú son sus villas, otra gran aportación de Vignola al manierismo palaciego, estrechamente ligado al urbanismo de los jardines como demandaba la elite del momento, decidida a aunar vegetación y arquitectura en las mansiones suburbanas o de recreo lejos de las ciudades. La que hace en Roma por encargo de Julio III desde 1551 es la notable Villa Giulia, continuando trabajos antes iniciados por Ammannati y Vasari. Se inspira en el romano Palacio Farnesio de Sangallo el Joven que por fallecimiento de éste terminaba Miguel Angel. De él procede el tipo de portada principal almohadillada y las cadenas de los ángulos, a más de la cornisa terminal. En cambio se adhiere al Rafael de la Villa Madama en la fachada posterior abierta en gran semicírculo al jardín. Como éste se desarrolla en un plano y no en rampa ascendente como el de Bóboli, la perspectiva se cierra con un ninfeo en el que empleó telamones y cariátides para soportar el balcón sobre la alberca. Contó como colaborador con el español Francisco del Castillo, el que levantará en Granada la fachada de la Cancillería.
Para la misma familia Farnesio construirá en Caprarola, en el Lacio, la imponente Villa (1559-1564) que preside la población y tiene jardines a su espalda. Había trabajado ya en ella Sangallo el Joven, que le dio planta pentagonal como si fuera un castillo con puntas de diamante en los vértices. Se alcanza la almohadillada puerta de entrada por rampas curvas y escaleras bramantescas. Sobre el primer piso de ventanas con alternancia de tímpanos curvos y triangulares se dispone entre pilastras una galería de cinco vanos y cadenas almohadilladas en los ángulos, para desarrollar en los dos últimos entre pilastras gigantes dos filas de ventanas de altura diversa. Lo que da carácter singular a la Villa Farnesio es su patio redondo de cilíndrica perspectiva, con escalera helicoidal, adoptando esta disposición que, más modesta, sólo había empleado Mantegna en su casa de Mantua, aunque también le precedía en España el patio del palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, que en 1527 comenzó Pedro Machuca. Si el hastial principal quedaba como cortina final de la calle central del lugar, los jardines en recuadros divergentes se acomodan al diedro de los dos planos de fachada posteriores del pentágono.
Esta preocupación por incorporar jardines a la vera de las villas de recreo no sólo formó parte de las actividades romanas de Vignola en Villa Giulia y en Caprarola o de Ammannati en el sacro bosque de Bomarzo, sino también importó a verdaderos especialistas del urbanismo jardinístico. Uno de los que alcanzó renombre en este género fue Pirro Ligorio, nacido en Nápoles hacia 1510, que inicialmente se dedicó a la pintura de grutescos, para terminar en Ferrara en 1583 como vendedor de antigüedades. Su dedicación a Roma la jalonan el Palacio Torres-Lancelotti, en la vía Flaminia, trabajos para la Sapienza y el palacio del Quirinal. En el Belvedere vaticano y por encargo de Julio III añadió una logia columnada semicircular en lo alto del Nicchione de Bramante.
La más antigua y amplia ordenación jardinística de Pirro Ligorio es la de la Villa de Este en Tívoli, el ameno lugar donde el emperador Adriano erigió su espléndida Villa Adriana en el siglo II y donde también Pío II tuvo su robusto castillo. Por decisión del cardenal Hipólito de Este, desde 1550 inició Ligorio en la extensa pendiente al dorso del palacio el trazado en cuadrícula de los espaciosos jardines, poblados de fuentes y surtidores de agua, brotando unas veces de abigarrados y exóticos templetes como la Fuente del Organo, que tiene almohadillados insistentes, estípites y telamones; otras, con espectaculares saltos de agua como la Fuente del Ovato, con alberca elíptica rodeada de una almohadillada y rústica exedra; la del Canopo que emula el Teatro acuático de la Villa Adriánea, la de la Pequeña Roma, como arqueológica maqueta de arquitecturas romanas en ruina; los surtidores de los Cien caños, obeliscos, columnas y muchas otras que iluminadas ofrecen un espectáculo vistosísimo al que presta el agua sus murmullos y sonoridad.
En esa misma década edificaba Ligorio en mitad de los jardines vaticanos, esta vez por encargo de Pío IV en 1558, una elíptica plaza en cuyos costados dispuso dos palacetes de recreo y descanso, el Casino y la Villa de Pío IV, que decoró externamente con columnas, pilastras y relieves de estuco que rememoran la ornamentación romana aplicada por Rafael en las Logias y en Villa Madama. Poco más tarde intervenía al parecer con Ammannati en Bomarzo.
Emparentada con los palacetes de Pío IV está la fachada al jardín de la Villa Médicis, también en Roma, donde pintó Velázquez sus preimpresionistas paisajes del Museo del Prado. Es obra de Annibale Lippi, de alrededor de 1580.
En la localidad veraniega de Frascati se alza la más austera arquitectura de la Villa Aldobrandini, levantada ante dilatados jardines por Giacomo della Porta, arquitecto lombardo (h. 1540-1602) que terminó la labor de Miguel Angel en la cúpula de San Pedro y el Palacio Senatorio del Capitolio. Fue quien levantó la fachada del Gesú, con recuerdos todavía albertianos en sus aletones, ya que se prefirió su proyecto al de Vignola. También es autor de la Trinitá del Monte y de San Luis de los Franceses, de fachada modélica para la arquitectura contrarreformista.
La ornamentación de jardines, como ocurría en Florencia y en Bomarzo, se prestaba a la extravagancia y el capricho, pero también la arquitectura urbana puede presentar alguna fachada de fantasioso diseño como el Palacete Zuccari, en la vía Gregoriana de Roma, donde residió el pintor Federico Zuccari a quien Felipe II invitó a El Escorial y fue presidente de la Academia de San Lucas. Las puertas y ventanas de su fachada semejan fauces abiertas de monstruos parecidos a los de Ammannati en Bomarzo. Se construía en 1593.
Contra este gusto expresionista respondió la manera más comedida y austera del tiempo del papa Sixto V, que encontró, no sólo como arquitecto, sino también como urbanista, el intérprete exacto para su voluntad ordenadora en Domenico Fontana. Procedía de Lombardía, de Melide, junto al lago de Lugano (1543-1607), y su estilo presenta cierta contención contramanierista que a veces demuestra poca originalidad. Imitó de cerca el Palacio Farnesio de Sangallo el Joven cuando levantó en sólo tres años el Palacio de Letrán (1586-1589), con paramentos de ladrillo, y también la Logia de las Bendiciones inmediata. Aunque con intrusismo merecedor de censura, interrumpió el patio bramantesco del Belvedere con el buque de la Biblioteca Vaticana, en dos naves con pilares, vestida en su interior con grutescos, mapas y perspectivas de ciudades, que se emparentan con la de El Escorial y el palacio del Viso del Marqués, anteriores en fecha.
Más acertada fue su actuación como urbanista, también por deseos del mismo Papa, que le llevó a trazar el plano de la Roma antigua, en la que trazó el famoso Tridente, que con la vía del Corso como bisectriz entre las plazas de Venecia y del Pópolo, abarcaba las manzanas comprendidas entre la vía Ripetta y la del Babuino tangentes al Mausoleo de Augusto y a la Plaza de España. Con el trazado viario atendió también el abastecimiento de agua, alzando en diversas encrucijadas fuentes monumentales como las Quatro Fontane (h. 1590), o las del Aque Felice y la Paolina, con decoración relivaria y estatuas que rememoran el arco de Tito.
A la muerte de su protector Sixto V, la hostilidad de los artistas le hizo abandonar Roma por Nápoles, donde el virrey español le encomendó la fábrica del Palacio Real (1600-1602), en vísperas de la visita de Felipe III. Amplia fachada horizontal con porticados en el cuerpo bajo, algunos de cuyos arcos cegó Vanvitelli en el siglo XVIII, es una amplia cortina de tramos rítmicos pautados por pilastras que incluyen ventanas de frontones curvos y triangulares alternantes, con cierta monotonía y austeridad parecida a la del patio.